El ejército nacional bordurio


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HG 8 Pinpin, versión borduria del Messerschmidt 109.   
Básicamente el motor de la versión D en el fuselaje del F.
The Bordurian Nacionalist Army, de Caballero Juradoz, (sic) Carlos. Osprey Warrior Special, Londres 2011. 110 pgs. Resumen de la edición en español “El ejército nacional bordurio”, Lopez Lomo Ibérico Editor. 350 pgs. Guijuelo, Salamanca 2008.

De nuevo nuestro autor nacional favorito, Carlos Caballero Jurado, nos sorprende publicando un nuevo Osprey Special sobre la temática del III Reich que nos es tan grata. En esta ocasión, el contingente elegido para su estudio es el denominado Ejército Nacional de Liberación bordurio, una desconocida unidad armada que intentó integrarse en las Waffen SS y luchar junto a los alemanes al final de la segunda guerra mundial.

En su vasto esfuerzo para reivindicar la memoria de las legiones de los pueblos europeos integrados en las Waffen SS, Caballero Jurado recupera la historia de Borduria, en particular del partido político ultranacionalista y ultracristiano de los “cruces cuadradas”, también conocidos como la “Guardia de latón”, en referencia a la bíblica primera epístola de San Pablo a los corintios, sobre el bronce sonoro y el címbalo vibrante.

De entre todos los aliados del Eje en la convulsa Centroeuropa de los años 30, los bordurios no han recibido nunca la atención que merecen, pese a las muchas glorias guerreras que atesoran en su pasado. Caballero Jurado disfruta dedicando dos tercios del libro a la historia reciente del noble pueblo bordurio, sobre todo desde el nacimiento de Senki Niemand, fundador de los cruces cuadradas. Buscando significarse entre los fascismos de su tiempo, Niemand envió un contingente de voluntarios a la guerra civil española, 14 oficiales y tres de contingente de tropa, con tan mala suerte que en la misma ceremonia de despedida la mayoría (vamos, los 14 oficiales) cogieron por error el tren a París, y no hubo forma de comunicarse con ellos hasta bien avanzado el año 39.

Afortunadamente, el resto del contingente bordurio, quizás por haber viajado con billete de 3ª clase, llegaron a la península y pronto sirvieron codo con codo con sus camaradas alemanes e italianos. Aunque no llegaban a integrar un triste pelotón, los bordurios dieron testimonio de su voluntad de lucha, muriendo uno nada más llegar al frente. Sus últimas palabras fueron ¿Nadzglÿlsku faldal mina?, que traducido quiere decir: “¿qué significa “mina”?”. Como, por cuestiones morales, no era de recibo seguir acumulando bajas, se decidió destinar a los otros dos a servicios esenciales de retaguardia, directamente bajo mando alemán, que eran los únicos capaces de entenderse con ellos. En este destino, y hasta el Glorioso Final de la Cruzada, los bordurios destacaron en el día a día de la ejecución de las tareas que les fueron encomendadas, con gran entusiasmo y profesionalidad, y revolucionaron áreas como el lustre de botas y la fabricación de bigudíes, materias en las que los germanos pronto reconocieron su habilidad.

Terminada la guerra, y tras una despedida apoteósica, en la que se reunieron con sus oficiales, regresaron a Borduria, donde el Partido estaba sufriendo terribles persecuciones y problemas, debido al carácter antidemocrático de su monarca, aliado con izquierdistas y masones. Este irresponsable intentaba alinearse con Francia y el Reino Unido, pese a la dilatada historia de amistad germanoborduria. La derrota de Francia dejó al país aislado, y se impuso un realista cambio de alianzas. Aunque Senki Niemand había conseguido el apoyo dentro del ejército del coronel Bob Spônz, el general Patricio dio un autogolpe de estado. Niemand tuvo que compartir celda con gitanos y marxistas, pero la mayoría de los cuadros del partido consiguieron refugiarse en Napolas, Lebensborn y otras instituciones SS, que admiraban su pureza ideológica y voluntad de servicio. Y pese a residir en edificios separados de los alemanes, pronto los refugiados bordurios revolucionaron los servicios de lavantería y repostería, mejorando notablemente la calidad de vida de sus benefactores.

Mientras, la guerra proseguía su curso. Bajo el liderazgo del general Patricio, conocido como El Estrella, grandes cantidades de bordurios dieron gozosos su sangre y su vida en pos del ideal de la grandeza de Europa. Como luchaban preferentemente en el Grupo de Ejércitos Sur,  hubo planes de crear una unidad experimental con los exiliados cruces cuadradas destinada a colaborar con la división azul, mejorando ante todo aspectos en los que los españoles flojeaban, como la pulcritud del uniforme y los modales en la mesa; pero, aun antes de empezar, la Rasse und Siedlungshauptamt (RUSHA) expresó su preocupación de que se combinaran lo peor de ambas razas, mientras la Volksdeutsche Mittelstelle (VOMI) temió lo contrario, así que la Guardia de Latón siguió en el exilio, lejos del frente. 


A pesar del heroísmo y decisión de las fuerzas del Eje, y pese a las garantías dadas por Patricio al Führer en 1941, el RSHA identifica un complot  para apartar a Borduria de la guerra y retirarse del conflicto; total, lo que quedaba del ejército ya estaba casi de vuelta en el país. El complot, con el coronel Kalamard al frente, cuenta con el apoyo del mismísimo rey.  Así que los auténticos patriotas tuvieron que dar un paso al frente y, con la ayuda de sus camaradas de las SS, decidieron sacrificarse para garantizar el honor de Borduria.  Con Niemand como vicepresidente, el coronel Bob Spônz asume la tarea de continuar la lucha al lado de los alemanes, aunque desde Viena, ya que la totalidad del territorio bordurio ha sido ocupado por traidores y comunistas. Es aquí donde empieza la gloriosa historia del Ejército Nacional de Liberación Bordurio, con Niemand reclutando a todos los bordurios exiliados en el III Reich para  luchar bajo el mando de Spônz, y hacer frente a la palabra dada y restablecer el honor bordurio.  En un brevísimo plazo de tiempo consigue crear una Comisión para el diseño del uniforme e insignias para el nuevo ejército, otra para la reescritura del himno nacional, y otra para el adoctrinamiento político y moral del nuevo ejército en el exilio. Desgraciadamente, cada poco deben cambiar de sede por motivos ajenos a su voluntad y a la de los hospitalarios alemanes.

Pese a sus deseos, parece ser que sólo llegó a prepararse una compañía de combate para servir en el frente, pero antes de llegar, desgraciadamente,  tuvo que ser retirada, pues los brazaletes con su bandera nacional no tenían los colores correctos, y el corte del uniforme de sus oficiales no se correspondía con las ordenanzas. Además, cuando llegaron dondes se suponía que estaba el frente, no encontraron más que soldados enemigos.


Sin embargo, en el amargo y duro final de la lucha, en Berlín, no faltaron voluntarios bordurios luchando en el metro, en las alcantarillas, al lado del Batallón Ezquerra, con sus bigotes impecables. Con esa prosa perfeccionada por el autor desde sus tiempos en las revistas CEDADE  o Revisión, Caballero Jurado nos transmite el heróico espíritu que animaba a los jóvenes bordurios de las Cruces Cuadradas, capaces de llevar el botijo y lo que hiciera falta para ayudar a los combatientes, imbuídos de sano fanatismo y voluntad de servicio. También nos recuerda los momentos finales de Bob Spônz, que fue visto por última vez cerca del  búnker de la cancillería, con corbata roja y los tradicionales pantalones cortos bordurios. Los rumores sobre su paradero, que insistentemente sostienen que se oculta en una pulpería de San Theodoros, como encargado de cocina, nunca han sido confirmados.  


Desgraciadamente, ni en el volumen de Osprey ni en la edición no resumida de López Lomo Ibérico Editores, pudo Carlos Caballero informarnos de la suerte que corrieron durante la guerra los ciudadanos bordurios de ascendencia o religión judía. Tampoco sabemos nada de los gitanos, ni  de la actitud de los cruces cuadradas respecto a ambos colectivos.  Eso sí, contamos con un apéndice sobre los planes de los Cruces de Latón para incrementar el nivel cultural del pueblo gracias al apoyo y simpatía que creían contar con divas como Florence Foster Jenkins, alias "Il ruiseñor di Milano"  para que dieran recitales de Wagner, Gounod y Bizet por pueblos y aldeas. También contamos con preciosas láminas que reproducen con total detalle las insignias, equipo y uniforme diseñados para el Ejército Nacional Bordurio en interminables sesiones de trabajo.

Así que, en pocas palabras, un volúmen imprescindible para todo el que quiera conocer estas páginas desconocidas de la reciente historia europea, ocultadas por los vencedores.


Guía para la colección "RBA Carros de Combate" 15ª y última entrega

Guía para la colección "RBA Carros de Combate" 15ª y última entrega. Si bien otras colecciones intentan terminar con algo de ceremonia y empaque, para esta más bien parece que han dejado los restos menos interesantes. La maqueta representa al discretísimo autopropulsado italiano M75/18.

57. La invasión italiana de Abisinia. The Italian invasion of Abyssinia 1935-1936. Nicolle, David. 1997. (42 de la edición anterior). Un resumen, desgraciadamente muy breve, sobre la primera demostración del fascismo italiano como matón de pueblo, conquistando un inmenso trozo de nada. Eso sin mencionar la suprema ironía del no descubierto petróleo libio, bajo su soberanía desde 1912...
Prácticamente sólo se habla de uniformes en piés de foto y de figuras. No es un Essential, pero no deja mal sabor de boca. 

58. AfrikaKorps. Afrikakorps 1941-1943. Williamson, Gordon. 1991. (67 de la edición anterior). Tras un resumen escueto de su historia y unidades, descripción detallada de uniformes, equipo e insignias. Sin más.

59. La legión Extranjera Francesa 1914-1945, French Foreign Legion 1914-1945. Windrow, Martin. 1999. (33 de la edición anterior). Sólo dedica las láminas a los uniformes, intentando en el resto de libro resumir apenas dos guerras mundiales y 30 años de combates, de África al Ártico pasando por Indochina. Casi nada.

60. Carros polacos 1939-1945. Polish Armour 1939-1945. Barbarski, Krzystof. 1982. (38 de la edición anterior).Y por último, por fin un título sobre blindados. Pero como pasa con estos títulos finales, 60 páginas muy ilustradas son insuficientes para profundizar en temas de enunciados tan extensos. Va de los primeros FT-17 de 1919 hasta la amarga victoria final en Italia, Austria y Alemania, con la práctica totalidad del equipamiento occidental, de la URSS y también alguno alemán, pues el autor aún consigue meter un párrafo sobre el material capturado en el levantamiento de Varsovia. Las ilustraciones se reservan mayoritariamente para los que lucharon con equipo francés, inglés y norteamericano.

¡Y terminó la reedición!.