Zelanda 1940/1944

El bautismo de fuego de las Waffen-SS y la llave de Europa




Nº de páginas: 180.
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Editorial: ALMENA EDICIONES
ISBN: 978-84-947836-4-7
240 x 170 mm., 232 fotografías B/N, 8 fotografías color y 5 mapas.
PVP: 17 €
Entre canales, y con Panzerbüchse 39.

Zelanda 1940-1944 no es un libro sobre batallas, o episodios bélicos más o menos desconocidos. En este libro Pablo Cuevas llama la atención sobre dos momentos claves de la segunda guerra mundial:
  1. La primera acción de mérito llevada a cabo por las Waffen-SS en solitario. Su primer triunfo indiscutible, después de los fracasos de Polonia: la conquista de Zelanda y, sobre todo, de la isla de Walcheren, atravesando entre el fuego enemigo un estrecho dique, de 1000 metros de largo y 45 de ancho, sin ninguna protección natural.
  2. Cuatro años y medio más tarde, la misma posición es conquistada por un ejército multinacional (ingleses, canadienses, noruegos, franceses, holandeses, belgas...), como culminación de una campaña de varios meses. Los aliados no consiguieron forzar el paso por el dique del Sloe. Sólo tomaron la isla inundándola, cruzando por otro lado, y con dos desembarcos anfibios, tras una campaña con índices de bajas dignos de la primera guerra mundial. Todo para aprovechar, con dos meses de retraso, la mayor hazaña de la resistencia de la segunda guerra mundial: la toma del segundo puerto de Europa por volumen de mercancías, Amberes, intacto y con todas sus instalaciones. 
Los historiadores anglosajones, aparte de restar importancia a esta acción, han intentado disimular el que fuera otro de sus grandes errores estratégicos: permitir la escapada del 15º ejército alemán al completo, unos 90 000 hombres, con todo su equipo. Estas acciones (o la falta de ellas) posiblemente alargaron la guerra innecesariamente varios meses. Eso sin tomar en cuenta que las tropas alemanas que escaparon por Zelanda contribuyeron decisivamente al fracaso de Market-Garden, y sin evaluar las consecuencias de su posible triunfo.



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Este ADGZ pertenece a la policía de Danzig,
y no a las SS, pese a los símbolos que tiene pintados. 


La mitificación de las Waffen-SS es producto de la confluencia de corrientes de opinión contrarias en su origen, pero que coinciden en sus conclusiones. Durante la guerra, la propaganda del tercer Reich debe justificar la existencia de este ejército privado, que sirve a la vez para proyectar una imagen terrorífica en los países ocupados de cualquiera que lleve las siglas SS en el cuello. Y por otro la de sus enemigos, que deciden creérsela, sobre todo para justificar derrotas y fracasos, aludiendo a su fanatismo inhumano y sin escrúpulos, y a la inmensa superioridad individual de sus tanques y armas.

Después de 1945 se mantiene esta dualidad: por un lado la extrema derecha decide que son el precedente de un "ejército europeo", y de una peculiar unión europea anticomunista, alentados por nostálgicos del efímero Nuevo Orden. Y por otro sirven como chivo expiatorio del resto de la sociedad alemana, que deposita en ellos todas las posibles culpas colectivas. Ellos son los responsables de todas las atrocidades de la guerra, en contraste con la inmaculada y caballerosa Wehrmacht, cuyos oficiales ahora contribuyen a crear el nuevo ejército alemán, y la OTAN.

En la primera parte de este libro, Cuevas narra los difíciles orígenes de esta peculiar institución, muy selecta en lo que respecta a sus sanos y espigados reclutas, pero terriblemente falta de oficiales de valía. Mientras las posibilidades de hacer carrera en cualquiera de las ramas del ejército alemán, en continua expansión, llegaban hasta lo más alto ¿qué futuro había, para un oficial inteligente, en encerrarse en las pequeñas SS armadas, que además estaban asociadas a la policía y a los campos de concentración? La excepción, Felix Steiner, al mando del regimiento SS-Deutschland, que condujo de forma brillante y temeraria la campaña de Zelanda en 1940.

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Cuando despertó, el Goliath seguía allí.

Los primeros en narrar la guerra en el frente occidental (Shulman 1947, Wilmot 1952) son conscientes de la importancia de la campaña de Zelanda-Walcheren de 1944. Pero después simplemente desaparece de las historias globales del conflicto, y no digamos de la historia oficial inglesa (1968). Si llega a haber alguna mención (Atkinson 2013, Hastings 2016), es de pocas líneas, llenas de errores y omisiones. Los autores ingleses simplemente "se encuentran" el puerto intacto. Los canadienses sólo narran las acciones de sus soldados, incluso prescindiendo del fin de la campaña en la que han sido protagonistas absolutos. Los americanos insisten, aunque no demasiado, en la culpabilidad de Montgomery sobre la de Eisenhower, y pasan a otra cosa. Belgas, neerlandeses, alemanes, ignoran esta parte de su historia, sin ninguna publicación desde los años ochenta.
San Nicolás, precedido de sus pajes negros, visita Zelanda en las navidades de 1944.
Las motivaciones no son del todo conscientes y voluntarias, sino que confluyen a la vez cuestiones de orgullo nacional en EEUU y Reino Unido, y la evolución del discurso dominante en la sociedad y en los historiadores de Bélgica y Alemania, y de toda Europa. Es necesario disminuir la importancia y el protagonismo de los movimientos insurgentes, como la resistencia. Y sobre todo, (con una excepción, Bergström): no se puede escribir que Hitler acertó en algo estratégicamente, aunque fuera de casualidad.
El autor, en sus tiempos de reenactment.