Heydrich, la furia del converso

Robert Gerwarth: Heydrich: el verdugo de Hitler (Hitler's Hangman: The Life of Heydrich, 2011 Yale University Press). Traducción de Javier Alonso. Editorial La Esfera de los Libros, Madrid, 2013. 584 pgs. Edición en papel, Cartoné, 33.90 €. Edición digital traducida: 9,49 €. Para Kindle: 9,02 €. Edición digital, en inglés, 13,5 €.

El subgénero de "biografías de nazis" sigue de buena salud en España. Además de poder elegir entre distintos títulos sobre Goering, Goebbles, Hitler o Himmler, ahora contamos con la última sobre Heydrich, y con una portada mucho mejor que la original. 

Robert Gerwarth no es aún, por edad, uno de los gurús en esto del III Reich, a la manera de Kershaw o Evans. Pero apunta maneras. Lo primero que se agradece de este texto es la calidad de la traducción. Aunque no se han molestado en buscar referencias en español de la bibliografía, por lo menos nos ahorran los molestos ripios que tienen muchos títulos traducidos desde la ignorancia más absoluta de la materia que tratan. Por lo demás, esta biografía dicen que supone un gran avance desde las anteriores, un salto parecido al que se ha dado con las de Himmler desde la de Padfield a la de Longerich

Este libro cuenta a la vez la vida de una persona, y el comienzo del holocausto.  En el segundo aspecto Gerwarth no innova demasiado, sigue fielmente a Browning, Friedländer y Longerich. Pero en el primero sí da bastantes sorpresas. A Heydrich siempre se le ha retratado como un monstruo, un ser abyecto y despiadado, el prototipo de malvado nazi de película de propaganda bélica que se precie. La moda iniciada por Arendt en sus reportajes sobre Eichman de retratar a los perpetradores del holocausto como burócratas sin empatía, seres capaces de organizar el traslado de seres humanos al matadero como si fueran berenjenas o pollos, no afectó demasiado la imagen de Heydrich. que sigue igual de malvado y perverso, por ejemplo, en el estudio de Callum Macdonald (1989). No llegué a leer la última "gran" biografía de Heydrich de Max Williams (dos tomos, 2001, 2003), ni la de Whiting (1998), un autor que ya me decepcionó en otros trabajos suyos, y parece que no me equivoqué demasiado, dado que Gerwarth apenas los cita dos veces... y una de ellas es en la bibliografía. Tampoco he leído (aun) la reciente novela sobre su asesinato (HHhH, de Binet) pero sí he visto casi todas las películas que se han realizado sobre el mismo, desde la de Lang y Brecht hasta las soporíferas y detalladas miniseries de la televisión checa. Así que no es de extrañar que el planteamiento de esta biografía me haya cogido un poco por sorpresa: Heydrich como ser humano. 

Comienza, justamente, por su famlia, a la que hasta ahora se ha retratado como pozo inmundo de acomplejados y antisemitas fracasados. Nada más lejos de la realidad: cierto que su padre no llegó a ser un nuevo Wagner o Strauss, pero tampoco ha habido tantos compositores alemanes que llegaran a representar sus obras, incluso una ópera, en la segunda mitad del siglo XIX. Su conservatorio en la ciudad prusiana de Halle fue, hasta la primera guerra mundial, un próspero negocio y una institución cultural de primer orden, un logro nada desdeñable para el hijo mayor de la viuda de un cerrajero, que siempre se preocupó de los suyos. Los rumores de su "ascendencia judía" por intrigas de un antiguo alumno expulsado tampoco marcaron tanto su vida, ni la de sus hijos, como biógrafos anteriores han venido repitiendo desde 1932. Resulta además que ni su padre ni el joven Heydrich fueron miembros de esas oscuras organizaciones antisemitas radicales, en cuyos registros Gerlach no ha encontrado rastro. 

Se conoce perfectamente en qué trabajó en la Kriegsmarine, los motivos de su expulsión, incluso que no se había interesado para nada en política hasta conocer en 1931 a su futura esposa y a su familia, nacionalsocialistas de primera hora. También desmiente todo lo que se ha escrito hasta ahora (o es posible que hasta Williams) sobre sus malas relaciones con Himmler, o con Canaris. Pero tampoco es que se trate de que todos los biógrafos hayan ido repitiendo lo que decían sus subordinados en la posguerra, también encuentra nuevas miserias, como su negativa de ayudar económicamente a sus padres, apenas dos años y medio después de que le ayudasen  a casarse justo cuando había sido expulsado con deshonor de la marina. Una expulsión, por cierto, y aun en el contexto de uno de los peores años de crisis en Alemania, que no le impidió el poder elegir, entre varias ofertas de trabajo, una de las peor pagadas: organizar el servicio de seguridad interna para un partido político. Eso sí, con derecho a vestir uniforme. 

Lo más terrible de este libro, repito, no es que sea la biografía de un monstruo, sino la de una persona no muy distinta a cualquier otra. Poco a poco vamos comprendiendo que ensayistas como Arendt apenas se distrajeron con los flecos de una realidad mucho más compleja y deprimente: que convertirse en verdugo está al alcance de cualquiera de nosotros.