Los héroes no siempre cabalgan al frente de sus tropas

Indro Montanelli El general de la Rovere, trad. Domingo Pruna, Confluencias, Almería, 2013, 110 pp. ISBN: 978-84-940669-8-6

¿Merece la pena hurgar entre los montones de libros que los libreros de viejo ponen en la calle, inmisericordes, a uno o dos euros, en montones amorfos? Sí, aunque cada vez menos. En este caso tenemos, tras una de las portadas más horribles que puedan imaginarse, una de las mejores historias (y película) que se han realizado sobre la segunda guerra mundial. O, ya puestos, sobre la cambiante condición humana. Aparte, la editorial Confluencias ha reeditado esta edición de 1969 en un envoltorio sin duda más digno para figurar en la primera fila de nuestras bibliotecas, pero qué quieren, algunos somos así: coleccionistas de primeras ediciones, eso es lo que somos.

Aparte del relato que da título al libro hay unos cuantos más, todos ambientados en la inmediata preguerra o posguerra, y todos de por sí interesantes, buenos reflejos de cómo veía Montanelli a sus vecinos europeos. El universo colaboracionista se asoma de forma tímida, además de todo tipo de personajes que van desde encantadores estafadores a rígidos coroneles sajones, incapaces de la menor iniciativa, e implacables en la obediencia. Cierra el volumen un Quisling no por breve menos rotundo. Montanelli tiene méritos para ser conocido en España por algo más que sus historias de Roma y Grecia. He aquí una muestra.



Sólo para gourmets

Hay otros libros sobre las Waffen SS, pero no están dentro de este. Y mira que es grueso.

Jean-Luc Leleu: Waffen SS. Historia completa de las tropas más temidas de la Segunda Guerra Mundial. Traducción de
Carlo Caranci de La Waffen-SS : Soldats politiques en guerre (2010). La esfera de los libros, Madrid 2013. ISBN 9788499708942. 1 300 páginas, cartoné. 39 €

En nuestro idioma se han publicado muchísimos libros sobre las Waffen SS. La mayoría están profusamente ilustrados, a veces con pies de foto correctos. Con una excepción, que yo sepa, todos mantienen su puntito de políticamente correctos, recordando en un párrafo (o dos páginas) alguna de las atrocidades más famosas cometidas por estas tropas.

 Generalmente, el texto está redactado para un público culturalmente anglófono, y trazan una historia más o menos coherente sobre el nacimiento y desarrollo de este ejército político privado, reflejando de paso algunas de las fobias y filias del autor, sobre algún personaje o unidad. Casi siempre se incluye una guía de equipamiento, insignias y uniformes, que en realidad muchas veces son lo que motivan su compra por parte de modelistas, pintores de figuras o coleccionistas.

 La obra de Leleu se sitúa en las antípodas de esos libros.

Mil trescientas páginas, y casi dos kilos de peso. Sin fotos en la edición española, aunque con un apéndice de noventaipico páginas de gráficos y estadísticas; por algo Leleu trabaja en el Centro de Investigación de Historia Cuantitativa de la Universidad de Caen.  De hecho, aunque no sé si al mencionar esto aumento o disminuyo su atractivo, de esas 1 300 páginas unas cuatrocientas son de notas, bibliografía y apéndices. Sin índice analítico. Y todas ellas para narrar lo que el editor llama “la historia completa de las tropas más temidas de la segunda guerra mundial,” aunque no en el sentido usual del término. Nada de desarrollos de la institución, batallas, o mapas con unidades moviéndose en campañas. Nada de anécdotas de veteranos, o citas de generales. Aunque el traductor se esfuerza en hacer el libro más accesible, con notas sobre qué pasó en Dieppe en 1942, o dónde está la Turquía Suaba, aquí nadie te explicará qué era el HSSPF o la Reichsfürung-SS. Cuando se mencione a Berger, a Eicke o a Hausser, no digamos Dietrich o Panzermeyer, el autor da por sabido que conocemos perfectamente no ya su biografía, sino el cargo concreto que ocupan en las fechas en las que los menciona. Aparte de la cronología, también da por sabida la bibliografía anterior. Los debates, ya muy superados, entre admiradores y detractores de los Waffen-SS, aquí ascienden a otro nivel: la comparación con las ya no tan impolutas fuerzas armadas alemanas.

 No es un libro para pusilánimes. Como las Waffen-SS en sus inicios (es decir, cuando no se llamaban así) es ferozmente elitista y sólo está al alcance de los elegidos; de hecho, es la tesis doctoral de Leleu, no sé si ampliada o sólo actualizada, ya que integra con soltura la bibliografía más reciente, incluso las obras  aún no publicadas de autores como Trang. Al mismo tiempo es muy respetuoso con autores de los años sesenta, como Höhne o George Stein, y considera que su trabajo apenas ofrece matizaciones sobre los anteriores.

Pero qué matizaciones… las diversas facetas del reclutamiento se llevan 350 páginas. El equipo no llega a cien, mientras los aspectos morales e ideológicos las superan ampliamente. No sigo desgranando el índice, que a fin de cuentas está a disposición de cualquier posible comprador; baste advertir aquí que no encontraremos combates o listas de unidades. Esto es historia cuantitativa, y lo que importan son los datos, puros y duros, y cómo interpretarlos. Por poner un ejemplo, el lector se enfrentará a la paradoja de que la mayoría de miembros de las SS generales antes y durante la guerra prefirieron incorporarse a la Wehrmacht, y no a su propio brazo armado. Ciertamente es un hecho ya contemplado por ejemplo, por George Stein, y que registra hasta Lumsden, pero que Leleu puede desgranar con precisión milimétrica y estadísticas a mano. Estadísticas, por cierto, en muchos casos ya preparadas en el departamento de estadística de las SS, por el equipo que dirigía el famoso y eficiente Richard Korherr.

 Esto no implica que no se analicen asuntos más inmateriales como el sistema de valores de las Waffen-SS. Y no siempre de forma negativa; por ejemplo, estamos habituados a la idea de que, al instituirse un sistema separado de justicia para sus miembros a partir de 1940, se evitaba el posible bochorno de ser encausados por alguna que otra masacre; pero no con la consecuencia de que sus tribunales fueran mucho más duros que los del ejército en temas criminales como el robo, la deserción o los crímenes sexuales. Las penas de muerte muchas veces se intentaba que fueran útiles en un batallón de castigo, pero cuando se buscaba la ejemplaridad se ejecutaban de forma sumaria, como en casos de homosexualidad, o el de cinco miembros de la Leibstandarte por un robo de gallinas en Flandes, lejos de todos los frentes, en la primavera de 1944.

¿Cómo se pasó de un puñado de guardaespaldas a un ejército privado que casi llega al millón de miembros? Aquí Leleu pone la atención en el genio rapaz de Berger, más que en Himmler o en un condescendiente Hitler. La supuesta rivalidad con la Wehrmacht, analizada día a día, resulta más una invención de la posguerra que una animadversión real y sentida. Lo cierto es que a las instituciones de la Wehrmacht, fuera de casos puntuales, no le incomodaban demasiado las actividades de las Waffen-SS a la hora de distraer recursos o reclutas, aunque prefería que los buscase en graneros externos a los suyos. Al final de la guerra no dudó en ponerlos de ejemplo y modelo ante sus reclutas.

Y así va desgranando uno a uno todos los juicios de valor que hasta ahora se tenían sobre esta formación, que abarcaba desde las mejores y más selectas unidades que podían concebir Hitler y Himmler, a aquellas formadas por los más alejados del guerrero germánico ideal, como los musulmanes bosnios, los prisioneros indios o los ucranianos de la Galitzia (y más allá).

 Después de que, a principio de siglo, Bartov, Overy, Johnson, Evans, Netzel Aly (y los documentales de Knopp, y las miniseries de la ZDF) hayan demolido el mito del ejército alemán como un ente apolítico alejado del nazismo, Leleu se enfrenta con la paradoja de unas Waffen-SS no demasiado distintas del resto de fuerzas armadas alemanas, tanto en los aspectos ideológicos como en los militares. De hecho, mientras el Heer (y en general toda la Wehrmacht) con la evolución de la guerra se iba nazificando, insistiendo sobre todo en el liderazgo mesiánico de Hitler, las Waffen-SS por el contrario se volvían cada vez menos ideológicas. Por un lado, aceptando a reclutas de cualquier procedencia, pero por otro insistiendo en su propaganda en temas más nacionalistas y patrióticos, y menos en zarandajas revolucionarias. Himmler en particular mostró siempre un gran pragmatismo político a la hora de situar más y más reclutas bajo sus órdenes, que no, ojo, bajo las runas aún sagradas de las SS a secas. Y era capaz de justificar las más atroces matanzas ante un público entregado, como el personal de la Leibstandarte, para a continuación negarlas como simple propaganda aliada frente a los miembros de la 17º división Götz von Berlichingen, en buena parte alsacianos nacidos en 1926.

 El interés del libro se incrementa capítulo a capítulo, por lo menos para el que escribe esta reseña. Y no son sólo los gráficos y las tablas, también están las conclusiones finales, que no vamos a desgranar aquí.

Aún así, ni siquiera en ese sentido es una “historia completa” como subtitula la edición española; su interés está centrado en las divisiones que lucharon en Francia en 1944, sobre todo la 2ª, 9ª, 10ª y 12ª. Aunque dedica mucha atención a los variados contingentes volkdeutsche, los amantes de las divisiones exóticas apenas encontrarán que se las mencione alguna vez, lo cual no es extraño en tanto que intenta centrarse en el núcleo duro de divisiones que consiguieron para las Waffen-SS su reputación, una reputación que veremos muy semejante al de otras unidades con conciencia de élite, y que como en ellas estaba sustentada en buena parte por los medios de comunicación. Tampoco presta mucha atención a unidades como la Totenkopf, la Wiking, o en general a lo que ocurría en el frente del este.

En cuanto a los defectillos editoriales patrios, los de siempre, alguna que otra errata en el texto, y en los cuadros finales. Los gráficos se nota que se han realizado a color, y su conversión a grises es a veces algo confusa. Rechina que se llame “fusil ametrallador” a ametralladoras de cinta como las MG 34 y MG 42, pero seguramente el culpable es el uso de Leleu del término, lingüísticamente correcto, de fusil mitrailleur. Y sobre todo, se echa muy de menos la inclusión de un índice analítico.