El protagonista del libro de la entrada anterior, Paul Tibbets, falleció el 1 de noviembre. Fue mucho más que el piloto del Enola Gay, y nunca expresó la menor duda sobre la legitimidad y oportunidad de su misión.
Tibbets pidió que sus restos fueran incinerados y sus cenizas esparcidas sobre el Canal de la Mancha.
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