Me ha sorprendido encontrarme en los saldos tantísimos títulos de una editorial tan reciente como Ediciones el Andén, mala cosa si tienen que vender de baratillo títulos con menos de dos años.
Aunque se entiende cuando son ensayos de actualidad, poco menos que reportajes alargados y con temprana fecha de caducidad, no creo que sea el caso de títulos como este, Cartas desde Iwo Jima del general Kuribayashi, de Kumiko Kakehashi (Ediciones El Andén, Colección Doble Vía, Barcelona 2007; So sad to fall in battle: General Tademichi Kuribayashi's letters from Iwo Jima. Traducción de Jordi Giménez Samanes), que como bien se subtitula, inspiró la película de Clint Eastwood que ya se ha convertido en un clásico del cine, no sólo bélico. La personalidad de Kuribayashi se menciona en todos los libros sobre la batalla, pero aquí no nos encontramos con una simple edición comentada de su correspondencia, sino con un ensayo de la señora Kakehashi que recoge una buena colección de testimonios escritos y orales japoneses sobre la batalla, desde un punto de vista pacifista. En resumen, unas voces muy poco escuchadas fuera de su dominio lingüístico, en las que las cartas del comandante apenas suponen un tercio del libro.
Aunque la cultura japonesa lleva de moda en España unos 15 años, desde el descubrimiento del manga, lo cierto es que ese interés apenas roza lo que tenga que ver con "su" segunda guerra mundial. Las únicas excepciones que ahora mismo me vienen a la cabeza son los artículos sobre Pearl Harbor del 2001 en la revista Serga, por autores nipones, y el libro Kamikazes, aunque sólo uno de sus coautores es japonés. Todos ellos comparten una serie de características con los mangas que he conseguido leer (completos y sin adulterar), como Hadasi no gen (Hirosima): Se repiten. Mucho. A veces puede parecer que tanta repetición de las mismas ideas es algún tipo de error del traductor o editorial, el que haya sufrido alguna vez alguna muestra del cine japonés de serie B (La batalla del mar de Japón, El almirante Yamamoto, Okinawa, El caza zero).., llegará conmigo a la conclusión de que a los japoneses no les molesta. Kurosawa, Mizoguchi, Kobayashi, Miyazaki, son genios cuando vemos sus películas desde nuestros referentes culturales, pero semidioses si los comparamos con los nipones. Vamos, lo que va de Mazinger Z a La princesa Mononoke.
Pese a ello la visión que da este volumen de la guerra en general, y de la batalla en particular, muestra que había algo más que fanáticos descerebrados, bajitos y gafotas, combatiendo contra los heróicos marines. Desde un punto de vista pacifista (que no creo que sea el mayoritario) repasa vidas y vivencias sobre Kuribayashi, mostrando que la batalla por esta islita tiene más puntos de interés que la cansina foto de la bandera con los marines.
También resaltan los motivos por los que Kuribayashi destaca entre tantos otros comandantes japoneses. Otros autores han destacado su conocimiento de los EE. UU. y la infinita ternura de las cartas a su familia. Algunos recuerdan su innovación estratégica a la hora de plantear una batalla defensiva sin esperanzas de victoria, llevando el grueso de los recursos al interior de la isla, lejos de los mortíferos cañones de acorazados y cruceros. Pero pocos como este recuerdan su preocupación sincera por sus subordinados, completamente libre del clasismo que dominaban ejército y marina, que tan poca importancia daban a la vida de sus subordinados.
Esta colección de cartas y reflexiones de la señora Kakehashi puede que no interesen al común de los aficionados a la cosa militar, pero merecen una oportunidad. Su lectura depara detalles como la revelación de que el término gyokusai, que significa "muerte honorable", se escribe con los ideogramas "joya hermosa" y "pulverizar". Que de los 21.000 defensores de Iwo Jima apenas un regimiento de infantería (145º) y uno de blindados ligeros (26º), formaban parte del ejército regular, siendo el resto formaciones independientes creadas ad hoc con reclutas muy jóvenes o muy viejos, nada que ver con el cuerpo de voluntarios altamente entrenados que forman los marines, a los que causaron nada menos que 6.821 muertos y 19.217 heridos.
También describe lo que se cree fueron los últimos momentos de Kuribayahsi, y la vida de su familia en la dura posguerra. El teniente general Kuribayashi, ascendido a general póstumamente, era de linaje samurái, pero hijo segundo, y su viuda tuvo que vender pescado en puestos callejeros para sacar adelante a sus dos hijos.
Sorprende la humildad de la autora en los agradecimientos finales, un rasgo nada occidental, así como su continua indignación contra el alto mando y contra todos aquellos que enviaban a sus compatriotas a la muerte, mientras ellos permanecían a salvo.
Pero como siempre, ni una palabra contra el emperador.
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